martes, 12 de diciembre de 2017

LEONOR CAPÍTULO II

CAPÍTULO II


Aunque se quedó huérfana a los once años, ella desde muy pequeña mantenía una estrecha relación con su tía y sus primas, que eran bastante mayores que ella. Por ese motivo, durante toda su vida, cuando se refería a sus primas las llamaba “las tías”.


Leonor, desde muy pequeña, se integró en el negocio familiar, el de las flores. De hecho, en 1914, durante la celebración del carnaval, ganó el segundo premio, metida en una canastilla adornada de abundantes tipos de flores. En aquellos años, el carnaval era una celebración importante. Se celebraba una gran fiesta en el Teatro Pereda, El patio de butacas del teatro quedaba vacío para poder celebrar el baile, que finalizaba con la entrega de premios y la rotura de una gran piñata.


El Teatro Pereda era un bello teatro, del mismo estilo que el Teatro del Liceo de Barcelona.  Estaba situado a la entrada del Río de la Pila y fue destruido en 1966. Tras el inexplicable derribo del teatro, vendido a una empresa constructora por sus propietarios (la empresa Marshall-Calzada), su solar está ocupado en la actualidad por un edificio de viviendas cuya contemplación multiplica la dimensión trágica de la pérdida para el patrimonio artístico de la ciudad de Santander.
En él se celebraban importantes temporadas de ópera, zarzuela y teatro. La familia de mi bisabuela era la proveedora de todas las flores que se necesitaban para las representaciones y para adornar las dependencias del teatro.



En el Santander de entonces eran un referente en el negocio de las flores y   la cría de pájaros. Durante la 1ª Exposición Feria de Flores, Frutas, Pájaros y Palomas, que se celebró en las caballerizas del Palacio de la Magdalena el 28 de julio de 1915, resultaron ganadoras del 2º premio en presentación de macizos florales y primer premio en crianza de canarios, como hace referencia el diario EL CANTÁBRICO en un artículo de la época.


También eran las encargadas de adornar el Palacio de la Magdalena durante las estancias de veraneo del rey Alfonso XIII y su familia.


Todos sabemos dónde está el Palacio de la Magdalena. Es el edificio más emblemático de la ciudad de Santander y, además, uno de los más destacados ejemplos de la arquitectura civil del norte de España. Preside un majestuoso paisaje, en lo más elevado de la península del mismo nombre. Se construyó entre 1908 y 1912, como consecuencia de la iniciativa municipal que pidió una suscripción popular que sustentara económicamente el proyecto para regalar a los reyes Alfonso XIII y Victoria Eugenia una residencia de verano que consolidara la tradición estival que ya estaba arraigando en la ciudad y su provincia. Los monarcas y sus hijos disfrutaron de los veranos santanderinos entre 1913 y 1930. Al parecer, fue la Reina, llamada Ena en la intimidad familiar, quien disfrutó especialmente de un paisaje y una arquitectura muy próximos a los ingleses en los que se había criado.


Así transcurrió la vida de mi bisabuela durante los primeros años de estancia en aquella casa de la calle del Monte. Rodeada de las personas más ilustres de Santander, que frecuentaban la casa para hacer tertulias con su tío, y ayudando en un trabajo que le proporcionó contacto con la realeza y toda la corte que veraneaba en Santander.


A los 18 años, se enamoró de un joven de Maliaño, de buena familia y con mucha inquietud por cruzar el océano atlántico para hacer fortuna en América. Ella nunca estuvo muy animada por hacer un viaje tan largo. Le gustaba su vida tal y como era y no tenía muchas inquietudes aventureras.


Durante la primera parte del siglo XX muchas personas, sobre todo del norte de España (País Vasco, Asturias, Galicia y Cantabria), decidieron marcharse a países como Brasil, México o Argentina, lo que se denominó “hacer las Américas “, para intentar hacer fortuna. Algunos lo consiguieron y regresaron ricos, se construyeron enormes casas que todavía hoy podemos ver en muchos lugares de nuestra comunidad autónoma y se dedicaron a hacer obras benéficas. Pero otros no tuvieron tanta suerte y no regresaron nunca.


En estas dudas estaba mi bisabuela, si dejarse convencer para emprender un viaje muy largo y romper con todo lo que había conocido hasta ahora o no hacerlo.



Entonces ocurrió algo que trastocó algunos planes. Se quedó embarazada con 19 años y, aunque Francisco (así se llamaba su novio) quiso casarse, ella se negó y decidió criar a su hijo sola. Francisco, despechado, decidió hacer realidad su sueño de marcharse a México con la promesa de volver y conseguir que Leonor se casara con él. Pero eso no ocurrió, pues él murió en México unos años más tarde.  

domingo, 5 de noviembre de 2017

LEONOR CAPÍTULO 1

LEONOR


CAPÍTULO I


Leonor García Ruiz era mi bisabuela materna. Nació el 22 de julio de 1907 en Vargas, un pueblo de la entonces provincia de Santander. A lo largo de su vida podemos hacer un recorrido por la historia de nuestro país durante el siglo XX.
En Vargas nació y vivió sus primeros años de vida en casa de su abuela materna, junto a sus padres y sus dos hermanos pequeños, Ángeles y Servando.
Sus primeros años de vida transcurrieron en las duras condiciones de un ambiente rural. Tenían ganado y cultivaban la tierra. Las condiciones de vida no eran las mejores para el desarrollo de la familia. La falta de medios obligaba a realizar todas las tareas sin la maquinaria actual. Eso, unido a la falta de los elementos más básicos- electricidad, agua corriente, etc.- hacía aún más duras las condiciones de vida.
La escolaridad de los más pequeños era muy deficiente en esa década del siglo XX. Los niños estaban obligados a trabajar en las labores del campo y ayudar en casa desde muy pequeños, lo que ahondaba en la falta de oportunidades y la incultura.
Por esto, un día la familia decidió dejar atrás lo poco que tenía y emigrar como otros muchos en esa época, en busca de oportunidades y un futuro mejor para sus hijos.
Cuando mi bisabuela Leonor tenía 7 años, la familia se vino a vivir al pueblo de Monte. Ahora es un barrio de la ciudad de Santander, pero entonces era un pueblo de las afueras- pues su padre empezó a trabajar en una empresa en Maliaño.
En el año 1918 su vida dio un brusco cambio. Acababa de nacer su hermana pequeña y su madre y el bebé enfermaron de gripe. Se contagiaron de la denominada “gripe española”.
La “gripe española” (también conocida como la gran pandemia de gripe, la epidemia de gripe de 1918 o la gran gripe) fue una pandemia de gripe de inusitada gravedad. A diferencia de otras epidemias de gripe que afectan básicamente a niños y ancianos, muchas de sus víctimas fueron jóvenes y adultos saludables, y animales, entre ellos perros y gatos. Es considerada la pandemia más devastadora de la historia humana, ya que en solo un año mató entre 20 y 40 millones de personas. Esta cifra de muertos incluye una alta mortalidad infantil y se considera uno de los ejemplos de crisis de mortalidad.
En Estados Unidos la enfermedad se observó por primera vez en Fort Riley, el 4 de marzo de 1918. Un investigador asegura que la enfermedad apareció en el Condado de Haskell, en abril de 1918. Y, en algún momento del verano de ese mismo año, este virus sufrió una mutación que lo transformó en un agente infeccioso letal; el primer caso confirmado de la mutación se dio el 22 de agosto de 1918 en Brest, el puerto francés por el que entraban la mitad de las tropas estadounidense aliadas en la Primera Guerra Mundial. Fue llamada gripe española porque la pandemia recibió una mayor atención de la prensa en España que en el resto de Europa, ya que España no se vio involucrada en la guerra y por tanto no censuró la información sobre la enfermedad.
Después de unos días en los cuales nadie tenía un tratamiento que fuera efectivo contra la enfermedad, pues no había suficientes conocimientos para combatirla, la recién nacida murió. Su madre falleció tres días más tarde.
Fin de las ilusiones. La familia estaba rota. Aunque el padre de Leonor había encontrado un empleo y había mejorado las condiciones de la familia, ahora se encontraba solo, con tres hijos pequeños a su cuidado.
Obligado por las circunstancias, tomó una decisión drástica. Sus dos hijos pequeños volvieron a Vargas con su abuela y Leonor se fue a vivir con su tía Ángela, hermana mayor de su madre, que vivía en Santander. El padre de Leonor siguió desarrollando su trabajo en la fábrica gracias a que el cuidado de sus tres hijos estaba cubierto por familiares. Con los años prosperó y formó una nueva familia, pero siempre mantuvo el contacto con sus hijos, fruto de su primer matrimonio.
La tía Ángela tenía una posición desahogada. Vivía en una casa con huerto y finca en la Calle del Monte de Santander. Su marido era médico y pertenecía a una ilustre familia de Santander que, harto de su acomodada vida, decidió unos años atrás retirarse a la finca de su familia en la calle del Monte, entonces a las afueras de Santander, para criar a sus hijas y dedicarse al cultivo de flores y frutas, pero manteniendo en la finca las tertulias políticas y sociales en contacto con intelectuales, lo cual le valió el sobrenombre del “Rousseau de la calle del Monte”, gracias a un artículo de prensa escrito por el poeta y periodista santanderino José del Río Sainz  conocido popularmente como PICK.
Todo esto pudo influir en la forma de ver la vida de Leonor. El resto de su infancia transcurrió ya sin sobresaltos y completó sus estudios básicos totalmente integrada en su nueva familia.