LEONOR
CAPÍTULO I
Leonor García Ruiz era
mi bisabuela materna. Nació el 22 de julio de 1907 en Vargas, un pueblo de la
entonces provincia de Santander. A lo largo de su vida podemos hacer un
recorrido por la historia de nuestro país durante el siglo XX.
En Vargas nació y
vivió sus primeros años de vida en casa de su abuela materna, junto a sus
padres y sus dos hermanos pequeños, Ángeles y Servando.
Sus primeros años de
vida transcurrieron en las duras condiciones de un ambiente rural. Tenían
ganado y cultivaban la tierra. Las condiciones de vida no eran las mejores para
el desarrollo de la familia. La falta de medios obligaba a realizar todas las
tareas sin la maquinaria actual. Eso, unido a la falta de los elementos más
básicos- electricidad, agua corriente, etc.- hacía aún más duras las condiciones
de vida.
La escolaridad de
los más pequeños era muy deficiente en esa década del siglo XX. Los niños
estaban obligados a trabajar en las labores del campo y ayudar en casa desde
muy pequeños, lo que ahondaba en la falta de oportunidades y la incultura.
Por esto, un día la
familia decidió dejar atrás lo poco que tenía y emigrar como otros muchos en
esa época, en busca de oportunidades y un futuro mejor para sus hijos.
Cuando mi bisabuela
Leonor tenía 7 años, la familia se vino a vivir al pueblo de Monte. Ahora es un
barrio de la ciudad de Santander, pero entonces era un pueblo de las afueras- pues
su padre empezó a trabajar en una empresa en Maliaño.
En el año 1918 su
vida dio un brusco cambio. Acababa de nacer su hermana pequeña y su madre y el
bebé enfermaron de gripe. Se contagiaron de la denominada “gripe española”.
La “gripe española”
(también conocida como la gran pandemia de gripe, la epidemia de gripe de 1918
o la gran gripe) fue una pandemia de gripe de inusitada gravedad. A diferencia
de otras epidemias de gripe que afectan básicamente a niños y ancianos, muchas
de sus víctimas fueron jóvenes y adultos saludables, y animales, entre ellos
perros y gatos. Es considerada la pandemia más devastadora de la historia
humana, ya que en solo un año mató entre 20 y 40 millones de personas. Esta
cifra de muertos incluye una alta mortalidad infantil y se considera uno de los
ejemplos de crisis de mortalidad.
En Estados Unidos la
enfermedad se observó por primera vez en Fort Riley, el 4 de marzo de 1918. Un
investigador asegura que la enfermedad apareció en el Condado de Haskell, en
abril de 1918. Y, en algún momento del verano de ese mismo año, este virus
sufrió una mutación que lo transformó en un agente infeccioso letal; el primer
caso confirmado de la mutación se dio el 22 de agosto de 1918 en Brest, el
puerto francés por el que entraban la mitad de las tropas estadounidense aliadas
en la Primera Guerra Mundial. Fue llamada gripe
española porque la pandemia recibió una mayor atención de la prensa en
España que en el resto de Europa, ya que España no se vio involucrada en la
guerra y por tanto no censuró la información sobre la enfermedad.
Después de unos días
en los cuales nadie tenía un tratamiento que fuera efectivo contra la
enfermedad, pues no había suficientes conocimientos para combatirla, la recién
nacida murió. Su madre falleció tres días más tarde.
Fin de las
ilusiones. La familia estaba rota. Aunque el padre de Leonor había encontrado
un empleo y había mejorado las condiciones de la familia, ahora se encontraba
solo, con tres hijos pequeños a su cuidado.
Obligado por las
circunstancias, tomó una decisión drástica. Sus dos hijos pequeños volvieron a
Vargas con su abuela y Leonor se fue a vivir con su tía Ángela, hermana mayor
de su madre, que vivía en Santander. El padre de Leonor siguió desarrollando su
trabajo en la fábrica gracias a que el cuidado de sus tres hijos estaba
cubierto por familiares. Con los años prosperó y formó una nueva familia, pero
siempre mantuvo el contacto con sus hijos, fruto de su primer matrimonio.
La tía Ángela tenía
una posición desahogada. Vivía en una casa con huerto y finca en la Calle del
Monte de Santander. Su marido era médico y pertenecía a una ilustre familia de
Santander que, harto de su acomodada vida, decidió unos años atrás retirarse a
la finca de su familia en la calle del Monte, entonces a las afueras de
Santander, para criar a sus hijas y dedicarse al cultivo de flores y frutas,
pero manteniendo en la finca las tertulias políticas y sociales en contacto con
intelectuales, lo cual le valió el sobrenombre del “Rousseau de la calle del Monte”,
gracias a un artículo de prensa escrito por el poeta y periodista santanderino
José del Río Sainz conocido popularmente
como PICK.
Todo esto pudo
influir en la forma de ver la vida de Leonor. El resto de su infancia
transcurrió ya sin sobresaltos y completó sus estudios básicos totalmente
integrada en su nueva familia.