CAPÍTULO VI
Bueno, ahora quiero
hablaros un poco de mi bisabuelo Esteban; creo que era una persona interesante.
Como ya he comentado en páginas anteriores, era el pequeño de seis hermanos, se
dedicaba a la venta de madera y gestionaba el patrimonio familiar, pues el resto
de sus hermanos mayores no vivían en Liébana.
Su hermana mayor se
llamaba Josefa y vivía en Valencia. Su marido era valenciano y trabajaba de
maestro. Su segundo hermano se llamaba Vicente y era maestro en Jaca (provincia
de Huesca). El tercero, Manuel, siempre tuvo necesidad de aventuras y se marchó
muy joven a México, donde se le perdió la pista. Muchos años más tarde unos
familiares encontraron su tumba y a sus descendientes. El cuarto se llamaba
José y ejercía de practicante (son los enfermeros de ahora) para los empleados
de la central hidroeléctrica de Camarmeña (Asturias). La quinta era Rosa, que se casó y siempre
vivió en el pueblo. El sexto era Esteban que, aunque se caso con mi bisabuela y
se mudó a vivir a Santander, mantenía el trabajo y la gestión del patrimonio
familiar junto con su padre.
Esteban se integró rápidamente
a la vida de la casa de la calle del Monte. Tenía muy buena relación con
Manuel, que cuando Leonor y Esteban se casaron tenía 17 años, y se llevaba muy
bien con Las Tías. Además, la llegada de sus dos niñas fue como un soplo de
aire fresco para todos.
Por la casa pasaban
todos los familiares de Liébana que tenían algo que hacer en Santander. Varios
sobrinos de Esteban vivieron mientras estudiaban el bachillerato, otro estuvo
una larga temporada convaleciente de una operación en una pierna. Bueno, que por
aquella casa todo el que pasaba era bien recibido.
Esteban tenía una
afición, heredada de su padre. Era rabelista. No solo lo tocaba, sino que
también los construía. ¿Sabéis que es un rabel?
Un rabel es un
instrumento de cuerda, que dicen nos trajeron los árabes y que es el predecesor
del violín. Dependiendo de la comarca de Cantabria donde se toque se hace de
una forma diferente. En Campoo se toca como si fuera un violín, sin embargo, en
el valle de Polaciones se toca sentado con el rabel entre las piernas. El rabel
es un instrumento antiquísimo, pastoril, que hoy en día se guarda como una joya
etnográfica en casas y museos. Los rabelistas tocaban el instrumento a la vez
que cantaban picarescas canciones.
Esteban lo tocaba al
modo purriego*, además de por la
cercanía entre los valles de Liébana y Polaciones, porque el padre de Esteban
era natural de Polaciones y le había trasmitido esta afición. Para construir
los rabeles, necesitaba para las cuerdas crin de caballo y se abastecía de
ellas de los animales que traían la leche al convento de las Oblatas en la
calle del Monte.
Leonor, por fin y
después de todo lo que había pasado, era feliz. A pesar de que los años
cuarenta no eran fáciles para nadie, ella tenía a sus hijas, que eran dos
trastos, pero que eran la alegría de la casa y Manolo era ya casi un hombre.
Pero la felicidad
completa no existe. Esteban tenía una debilidad, un lado oscuro que hizo sufrir
mucho a Leonor: su afición al juego. No
jugaba a las cartas como un modo de pasar el rato, como lo podemos entender
ahora. Apostaba mucho dinero. Pero es que el juego en esos años estaba
prohibido y se hacía a escondidas en algunos bares de la ciudad.
*Purriego. Gentilicio
aplicado a los habitantes del Valle de Polaciones.
Se lo apostó todo.
Se jugó las tierras que le correspondían por la herencia de sus padres en
Liébana. Se jugaba todo el dinero que tenía, hasta el punto de que Leonor
descosía los dobladillos de los abrigos, metía los billetes muy doblados y los
volvía a coser, para intentar que él no los encontrara. Así todo, en algunas
ocasiones sí que lo encontró.
En estas historias
estábamos cuando el 23 de noviembre de 1946 fallece Manina de una insuficiencia
renal. Tenía 60 años. Fue una gran pérdida.
Ella era el cerebro de la casa. Ella era la que organizaba el negocio y
por sus manos pasaban todas las decisiones importantes. Tras el fallecimiento,
entre sus hermanas Quetina e Ignacia, Leonor y Manolo continuaron llevando el
negocio. Por su parte, Esteban continuaba con sus actividades de venta de
madera y sus juegos ilegales de cartas.
Mi bisabuela se
volvió a quedar embarazada al principio de 1949, después de haber tenido por lo
menos dos abortos. Pero ese verano Esteban enfermó y a mediados de agosto le
tuvieron que operar del estómago. Lo operaron en una clínica que había en el
Sardinero. Leonor siempre contaba que cuando se despertó de la anestesia le
dijo que había escuchado a los médicos hablar y decían que algo había salido
mal en la operación.
Lo cierto es que a
mi bisabuela le dijeron los médicos que Esteban estaba muy grave y que le
quedaba poco tiempo de vida. Ella siempre contaba que a partir de ese momento
dejo de sentir al bebé que llevaba en su vientre (estaba embarazada de siete
meses).
Esteban fallece el 2
de septiembre de 1949 y Leonor vuelve a quedarse viuda con dos hijas pequeñas y
otra en camino. Mi abuela me ha contado que en aquellos años los velatorios se
hacían en la casa del difunto y, aunque ella solo tenía cinco años y medio
cuando falleció su padre, se acuerda perfectamente de ver el féretro en el
salón de la casa.
También se acuerda de
cuando en octubre su madre estaba de parto y ella no se quería separar de su
lado. Al final, la matrona la dejó quedarse en la cama y así presenció cómo
nacía su hermana muerta, a la cual le faltaba parte de la cabeza que no se
había desarrollado. Con razón Leonor había dejado de sentir al bebé cuando le
dieron la mala noticia de la enfermedad de Esteban.
Después de todas
estas desgracias, ella se hunde en una profunda depresión que la tiene
encerrada en casa durante tres años.