jueves, 10 de mayo de 2018

LEONOR CAPÍTULO VI


CAPÍTULO VI



Bueno, ahora quiero hablaros un poco de mi bisabuelo Esteban; creo que era una persona interesante. Como ya he comentado en páginas anteriores, era el pequeño de seis hermanos, se dedicaba a la venta de madera y gestionaba el patrimonio familiar, pues el resto de sus hermanos mayores no vivían en Liébana.


Su hermana mayor se llamaba Josefa y vivía en Valencia. Su marido era valenciano y trabajaba de maestro. Su segundo hermano se llamaba Vicente y era maestro en Jaca (provincia de Huesca). El tercero, Manuel, siempre tuvo necesidad de aventuras y se marchó muy joven a México, donde se le perdió la pista. Muchos años más tarde unos familiares encontraron su tumba y a sus descendientes. El cuarto se llamaba José y ejercía de practicante (son los enfermeros de ahora) para los empleados de la central hidroeléctrica de Camarmeña (Asturias).  La quinta era Rosa, que se casó y siempre vivió en el pueblo. El sexto era Esteban que, aunque se caso con mi bisabuela y se mudó a vivir a Santander, mantenía el trabajo y la gestión del patrimonio familiar junto con su padre.


Esteban se integró rápidamente a la vida de la casa de la calle del Monte. Tenía muy buena relación con Manuel, que cuando Leonor y Esteban se casaron tenía 17 años, y se llevaba muy bien con Las Tías. Además, la llegada de sus dos niñas fue como un soplo de aire fresco para todos.


Por la casa pasaban todos los familiares de Liébana que tenían algo que hacer en Santander. Varios sobrinos de Esteban vivieron mientras estudiaban el bachillerato, otro estuvo una larga temporada convaleciente de una operación en una pierna. Bueno, que por aquella casa todo el que pasaba era bien recibido.


Esteban tenía una afición, heredada de su padre. Era rabelista. No solo lo tocaba, sino que también los construía. ¿Sabéis que es un rabel? 


Un rabel es un instrumento de cuerda, que dicen nos trajeron los árabes y que es el predecesor del violín. Dependiendo de la comarca de Cantabria donde se toque se hace de una forma diferente. En Campoo se toca como si fuera un violín, sin embargo, en el valle de Polaciones se toca sentado con el rabel entre las piernas. El rabel es un instrumento antiquísimo, pastoril, que hoy en día se guarda como una joya etnográfica en casas y museos. Los rabelistas tocaban el instrumento a la vez que cantaban picarescas canciones.


Esteban lo tocaba al modo purriego*, además de por la cercanía entre los valles de Liébana y Polaciones, porque el padre de Esteban era natural de Polaciones y le había trasmitido esta afición. Para construir los rabeles, necesitaba para las cuerdas crin de caballo y se abastecía de ellas de los animales que traían la leche al convento de las Oblatas en la calle del Monte.


Leonor, por fin y después de todo lo que había pasado, era feliz. A pesar de que los años cuarenta no eran fáciles para nadie, ella tenía a sus hijas, que eran dos trastos, pero que eran la alegría de la casa y Manolo era ya casi un hombre.


Pero la felicidad completa no existe. Esteban tenía una debilidad, un lado oscuro que hizo sufrir mucho a Leonor: su afición al juego.  No jugaba a las cartas como un modo de pasar el rato, como lo podemos entender ahora. Apostaba mucho dinero. Pero es que el juego en esos años estaba prohibido y se hacía a escondidas en algunos bares de la ciudad.



*Purriego. Gentilicio aplicado a los habitantes del Valle de Polaciones.
Se lo apostó todo. Se jugó las tierras que le correspondían por la herencia de sus padres en Liébana. Se jugaba todo el dinero que tenía, hasta el punto de que Leonor descosía los dobladillos de los abrigos, metía los billetes muy doblados y los volvía a coser, para intentar que él no los encontrara. Así todo, en algunas ocasiones sí que lo encontró.


En estas historias estábamos cuando el 23 de noviembre de 1946 fallece Manina de una insuficiencia renal. Tenía 60 años. Fue una gran pérdida.  Ella era el cerebro de la casa. Ella era la que organizaba el negocio y por sus manos pasaban todas las decisiones importantes. Tras el fallecimiento, entre sus hermanas Quetina e Ignacia, Leonor y Manolo continuaron llevando el negocio. Por su parte, Esteban continuaba con sus actividades de venta de madera y sus juegos ilegales de cartas.


Mi bisabuela se volvió a quedar embarazada al principio de 1949, después de haber tenido por lo menos dos abortos. Pero ese verano Esteban enfermó y a mediados de agosto le tuvieron que operar del estómago. Lo operaron en una clínica que había en el Sardinero. Leonor siempre contaba que cuando se despertó de la anestesia le dijo que había escuchado a los médicos hablar y decían que algo había salido mal en la operación.


Lo cierto es que a mi bisabuela le dijeron los médicos que Esteban estaba muy grave y que le quedaba poco tiempo de vida. Ella siempre contaba que a partir de ese momento dejo de sentir al bebé que llevaba en su vientre (estaba embarazada de siete meses).


Esteban fallece el 2 de septiembre de 1949 y Leonor vuelve a quedarse viuda con dos hijas pequeñas y otra en camino. Mi abuela me ha contado que en aquellos años los velatorios se hacían en la casa del difunto y, aunque ella solo tenía cinco años y medio cuando falleció su padre, se acuerda perfectamente de ver el féretro en el salón de la casa.


También se acuerda de cuando en octubre su madre estaba de parto y ella no se quería separar de su lado. Al final, la matrona la dejó quedarse en la cama y así presenció cómo nacía su hermana muerta, a la cual le faltaba parte de la cabeza que no se había desarrollado. Con razón Leonor había dejado de sentir al bebé cuando le dieron la mala noticia de la enfermedad de Esteban.


Después de todas estas desgracias, ella se hunde en una profunda depresión que la tiene encerrada en casa durante tres años.






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