CAPÍTULO V
La Casa de Salud
Valdecilla fue inaugurada en el año 1929 por D. Ramón Pelayo de la Torriente,
Marqués de Valdecilla, que asumió la idea y el completo patronazgo de un
proyecto que, partiendo de una iniciativa popular, venía a sustituir al antiguo
Hospital de San Rafael.
Desde el punto de
vista físico se diseñó y construyó un Hospital de estructura horizontal con
pabellones unidos entre sí mediante una galería y un túnel subterráneo, según
las más avanzadas ideas de arquitectura hospitalaria de aquel momento. Su
modelo organizativo y diseño funcional fueron extraordinariamente novedosos
para su tiempo, ya que, por un lado, se trataba de un hospital regido por un
patronato (circunstancia totalmente inusual) y asumía la total responsabilidad
asistencial para una zona geográfica delimitada; y, por otro, se diseñó para
cumplir una cuádruple función: asistencial, docente, investigadora y preventiva
en la comunidad a la que sirve. De todo aquel espíritu innovador y adelantado a
su tiempo, deben reseñarse especialmente: la creación del Instituto Médico de Posgraduados
(primer germen de la figura del médico especialista), la Escuela de Enfermeras de la CSV (desde donde se introdujo en
nuestro país el modelo contemporáneo de enfermería), la Biblioteca "Marquesa
de Pelayo" y los laboratorios de investigación experimental. Durante
los treinta primeros años de su existencia (de 1929 a 1959), sin duda los más
complicados de nuestra historia reciente, la Casa de Salud Valdecilla (CSV)
supo mantener una parte esencial de su espíritu fundacional, conformándose una
imagen institucional que, más allá de los cambios organizativos, físicos y
funcionales acontecidos, todavía subsiste.
Bueno, mi bisabuela
se había quedado viuda y yo creo que, al fin y al cabo, estaba aliviada, porque
Emilio la maltrataba y con su pérdida estaba mental y físicamente mejor que con
él en vida.
En junio de ese mismo
año tuvieron que operar a Manina de cataratas. La operó el doctor Díez-Caneja,
director de la sección de Oftalmología de la Casa Salud Valdecilla y
oftalmólogo de gran prestigio en la época.
Hoy en día te operan
de cataratas y te mandan a tu casa a dormir sin necesidad de estar ingresado
ningún día en el hospital (como le ha pasado a mi abuelo). Pero en 1942 el tema
era un poco diferente, pues era necesario estar ingresado varios días; además
tenían que estar tumbados boca arriba y no se podían mover, les daban de comer
con una pajita para que no movieran nada la cabeza. A Manina la operaron en la
Casa Salud Valdecilla, hoy conocido por todos como el Hospital Universitario
Marqués de Valdecilla (HUMV), cuya historia me parece interesante y os quiero
resumir en estas líneas.
Volvamos a mi
bisabuela, que estaba acompañando a Manina en el Hospital cuando conoció a mi
bisabuelo. Él se llamaba Esteban y había
venido a Santander desde Liébana (desde un pueblo que se llama Lomeña) para acompañar
a su tía María, a la que también habían operado de cataratas.
Esteban tenía 42
años y era el pequeño de seis hermanos; era alto, muy guapo y estaba soltero.
De hecho, era el soltero más perseguido de toda Liébana. Se dedicaba a la venta
de partidas de madera a los aserraderos y todo el que le conoció dijo siempre
de él que tenía un gran encanto; era educado, simpático, amable y un gran
conversador.
Leonor en ese
momento tenía 35 años y, a pesar de todas las desgracias que había vivido, era
una mujer muy guapa, alegre y también una gran conversadora.
En fin, que se
enamoraron y por eso entre otras cosas estoy yo contando esta historia. Pero
como en la vida de mi bisabuela nada fue fácil, esto tampoco lo fue.
No sé si podéis
imaginar lo difícil que fue este romance, teniendo en cuenta como era la
sociedad en 1942, en plena postguerra. Era una mujer que se acabada de quedar
viuda, de una forma dramática. Era obligatorio vestir de luto, con las faldas
por debajo de la rodilla, medias negras y zapatos cerrados. Por supuesto, nada
de escotes y el pelo tenía que ir cubierto por un velo. Además, había una ley que obligaba a que
pasaran 13 meses desde el fallecimiento del anterior marido para poder volverse
a casar. Fijaos cómo tenían que mantener
las apariencias, que la familia se dio cuenta de que Leonor se había enamorado
porque comenzó a ponerse sandalias.
El noviazgo fue
corto y cuando paseaban por Santander iban siempre acompañados de otra persona
que se colocaba en medio de los dos.
Leonor fue a visitar
a los padres de Esteban a Lomeña (Liébana) antes de casarse. Para poder llegar
al pueblo había que hacerlo a lomos de un caballo, pues no llegaba la carretera
hasta allí. Para ella era como ir al fin del mundo. Leonor estaba acostumbrada
a la vida de la ciudad, que era muy distinta a la vida de un pueblo en medio de
las montañas. Mi bisabuelo le enseñó cómo era su vida, todas las fincas de la
familia. En una de las curvas de la carretera antes de llegar al pueblo, hay
una finca que tiene un grupo de tres grandes nogales que plantó Esteban cuando
era joven y que aún se conservan. Mi madre los ha visto hace unos pocos años.
Esteban también le enseñó las montañas a las que tanto amó y añoró siempre.
A pesar de todas las
dificultades y muchas habladurías, el 8 de mayo de 1943 Leonor y Esteban se
casaban.
Foto de boda de Leonor y Esteban. Mayo 1943
El 3 de febrero de
1944 nacía la primera hija del matrimonio, a la que pusieron de nombre María
Manuela, en homenaje a las dos personas por las que se habían conocido en el
hospital. María, por la tía de Esteban, y Manina (su nombre era Manuela), la
prima de Leonor. Pero toda la vida la han llamado Marianela, que a mí me parece
mucho más bonito y, además, es mi abuela.
Dieciséis meses más
tarde Marianela tenía una hermana a la que llamaron Leonor, como su madre, y a
la que toda la vida han llamado Norín.
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