EPÍLOGO
Sé que en esta
historia han quedado muchísimas cosas por contar y, sobre todo, muchas
historias en las que profundizar.
Quizás porque en mi
familia creen que no las iba a entender, no me las han contado o simplemente no
me las han querido contar con mucho detalle.
Muchas de estas
historias relacionadas con la vida de mi bisabuela Leonor son muy parecidas a
las historias de tantas familias que vivieron en la misma época. Como dije al
principio de la biografía he querido relacionar la historia de mi abuela con
los hechos históricos de del siglo XX. Un siglo convulso en el que hubo guerras
que rompieron muchas familias, obligando a muchos ciudadanos a emigrar.
Mi abuela vivió
muchas de esas situaciones. Por un lado, la fragmentación de su familia. Su
padre se volvió a casar después de enviudar y formó otra familia. Tuvo diez
hijos con su segunda mujer. Varios de ellos murieron de tuberculosis,
enfermedad muy contagiosa y común en la época. Era muy fácil que en una misma
familia hubiera varios casos. Las familias eran grandes y vivían en casa pequeñas
donde varios hermanos compartían la misma cama.
Por otro lado, la
emigración. Su hermano Servando emigró a Argentina y posteriormente a Estados
Unidos, en concreto a Santiago de Texas. Después de más de treinta años
regresó, como ya he contado, pero no se adaptó a vivir en España y finalmente
volvió a California, donde falleció.
También me gustaría
haber contado más cosas de mi abuela porque, aunque a ella le parezca que su
vida no es muy interesante, yo creo que el hecho de ser hija de Leonor ya tiene
mucho interés añadido.
Mi abuela se crió
sin padre y trabajó, hasta que se casó con mi abuelo, en la tienda de flores de
su hermano Manuel.
Ha tenido tres hijos
y además de ser la memoria de la familia y la que se ha encargado siempre de
conservar todas las fotos familiares, documentos y recuerdos, fue la que cuidó
de Leonor durante todos los años que duró la enfermedad. Esa situación fue muy
dura para ella y desgastó mucho a la familia. Se rompieron muchos lazos y
deterioró mucho las relaciones familiares.
La casa y la finca
de Leonor aún existen. Son la herencia que mi abuela comparte con su hermana y
sus sobrinos (los hijos de Manuel).
De esta herencia
solo queda un solar en el centro de Santander, con un jardín que guarda un raro
encanto entre los escombros de la casa, que se tuvo que derruir hace unos años,
pues estaba en mal estado.
Finalmente me
gustaría agradecer a mi abuela y a mi madre todo lo que me han ayudado en el
relato de esta historia. Yo me he enterado de muchas cosas de mi familia que me
han resultado muy interesantes.
Espero que os haya
resultado igual de interesante leerla que a mí escribirla.
Emma Palacios Pérez
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