PRÓLOGO
Cuando Emma
llegó a casa un día y nos contó que le habían encargado, como trabajo de
Lengua, escribir una biografía de un miembro de la familia, ninguno tuvimos
duda de quién era la persona más adecuada para protagonizar dicho trabajo.
La abuela
Leo fue una persona extraordinaria, con sus luces y sus sombras, pero
extraordinaria al fin y al cabo porque toda su vida, intencionadamente o no,
huyó de lo ordinario y lo convencional.
Y no resultó
una vida fácil. Vivió una de las etapas más convulsas de la historia de España,
marcada por la inestabilidad política y el gran acontecimiento que dividió el
país en dos, la Guerra Civil. Y aunque el papel de la mujer en esta sociedad
fue cambiando, siempre parecía que la familia de Leonor era un oasis de
progresismo en un mundo en el que la mujer era relegada, por la fuerte
influencia de los sectores más conservadores de la Iglesia Católica, al
matrimonio, a la maternidad y el trabajo doméstico.
El ambiente
tan excepcional en el que creció fue, sin duda, clave para forjar una
personalidad fuerte, incluso indómita a veces, y siempre vivió de acuerdo a sus
principios e ideas y nunca le importó lo que los demás pensaran de ella. Superó
grandes enfermedades como el tifus, que le conllevó la pérdida del pelo (un
estigma en la época), dos abortos provocados por cólicos nefríticos y un sinfín
de reveses sentimentales. Sin embargo, nunca perdió ni el buen humor, ni las
ganas de cantar y reír. NI siquiera las ganas de lucir piernas, introduciendo
el uso de minifalda en la conservadora sociedad santanderina.
Gracias a
este trabajo, Emma y otros miembros de la familia hemos tenido conocimiento de
muchos detalles de la vida de Leonor que desconocíamos. Su vida fue tan intensa
que hay detalles y hechos que su hija prefiere guardarse para sí a la espera de
que la edad y la madurez permitan a Emma entenderlos.
Elsa Pérez
Lombraña
(con la
esencial colaboración de mi madre, Marianela Lombraña García)
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